No lo sé, y si lo sé,
no quiero saberlo.
Si alguien viene, decidle que se marche,
que cierre la puerta por fuera y que no manche
más el felpudo de mi cabeza desordenada,
despistada, descontrolada.
Sumergida en la brevedad de una escapada,
en el instante en que crepita
y se consume una calada.
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